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El crecimiento en América Latina y el Caribe ha sufrido un doble golpe: la actividad económica se desaceleró drásticamente y las perspectivas a mediano plazo continúan deteriorándose. Por lo tanto, no debe sorprender que las autoridades de toda la región estén buscando activamente formas de revitalizar el crecimiento.
Una solución puede ser incrementar el comercio, tanto dentro de la región como con el resto del mundo. Nuestro nuevo estudio analiza el desempeño de las exportaciones en las regiones en desarrollo y de mercados emergentes en las últimas dos décadas, a fin de evaluar el potencial de crecimiento futuro en América Latina. La evidencia apunta a que en la mayoría de los países de la región, el comercio es inferior a lo que cabría esperar en función de los parámetros de modelos estándar. Este ha sido un problema persistente a lo largo de casi un cuarto de siglo, y se debe en parte a la geografía de la región y al legado de políticas proteccionistas.
Nuestro argumento es que la integración en los procesos de producción multinacionales (es decir, las cadenas mundiales de valor) y los acuerdos comerciales podrían ser beneficiosos, pero estos distan mucho de ser soluciones mágicas, sobre todo en la actual coyuntura mundial. Las autoridades de América Latina tienen que formular políticas que incrementen la competitividad de sus exportaciones y que permitan el ingreso a los grandes mercados, que típicamente son las economías avanzadas.
Comercio débil
Para estimar el desempeño del comercio, identificamos brechas de intensidad del comercio (o brechas de exportación) en la región dentro del período 1990–2013. Analizamos variables tales como distancia geográfica, tamaño económico y ciertas características históricas y culturales. La parte “no explicada” de las exportaciones —es decir, la diferencia entre las exportaciones efectivas y las previstas— representa la “brecha” de exportación positiva o negativa, que indica si el comercio de un país es superior o inferior al que cabría esperar en función de sus fundamentos económicos.
En comparación con el resto del mundo, el comercio de los países de América Latina se sitúa, en promedio, por debajo de lo previsto (véanse los gráficos 1 y 2), sobre todo en el caso de los países de América del Sur. Además, el desempeño de las exportaciones de América Latina no ha mejorado en las últimas dos décadas, lo cual contrasta marcadamente con el desempeño de los países emergentes y en desarrollo de Asia. Nuestros resultados son válidos tanto para las exportaciones brutas como para las de valor agregado, un concepto que ha venido ganando aceptación como forma de aislar el contenido externo de las exportaciones, que es sustancial cuando los países utilizan muchos bienes intermedios en la producción de exportaciones. Según nuestros resultados, el comercio de Asia es superior a lo previsto dado los parámetros, tanto en cifras brutas como de valor agregado, de manera que el sólido desempeño de sus exportaciones brutas no se debe exclusivamente al contenido externo de las exportaciones.
Diferencias regionales
No obstante, hay importantes diferencias en la región (véase el gráfico 3). México se destaca por un comercio superior a lo previsto en términos de exportaciones brutas, pero presenta un desempeño mucho más débil en cuanto a exportaciones de valor agregado. Esto obedece en altísimo grado a los flujos comerciales bilaterales entre México y Estados Unidos, lo cual es coherente con el afianzamiento de los vínculos de la cadena de suministro (por ejemplo, en el sector automotor) entre estos países.
Chile también muestra un buen desempeño, que está muy influenciado por los vínculos con China, como es de prever, aunque Japón y Corea también aparecen como importantes destinos de exportación. Pese a tener una limitada base de exportaciones, parecería que Chile ha sido capaz de incrementar el volumen de las exportaciones, algo que no se puede decir de otros exportadores de materias primas de la región.
La evolución del comercio de Argentina, Brasil y Colombia es la más débil en América Latina. En los casos de Argentina y Brasil, las flojas exportaciones a las principales economías avanzadas —en particular Estados Unidos— son un factor determinante. En el caso de Colombia, las magras exportaciones a México y Brasil inciden mucho. En otros países se observan pequeñas desviaciones del desempeño del comercio con respecto al nivel que sería coherente con los fundamentos económicos. Venezuela se destaca como un país cuyo comercio es superior a los parámetros en términos de valor agregado. Esto se debe a que Venezuela exporta más petróleo —producto de alto contenido interno— de lo que cabría esperar en función de los fundamentos económicos.
Cadenas mundiales de valor y acuerdos comerciales
Para determinar si una mayor integración comercial podría promover las exportaciones de América Latina, ampliamos nuestro modelo con variables relativas a las cadenas mundiales de valor y los acuerdos comerciales.
Los resultados indican que una mayor integración en las cadenas mundiales de valor a nivel de país se traduce en un mejor desempeño bilateral dentro de la región, tanto de las exportaciones brutas como las de valor agregado. Sin embargo, el impacto directo a corto plazo es económicamente limitado. Esto hace pensar que la integración comercial por sí sola no basta para dar un impulso inmediato al comercio. Para cosechar los frutos a largo plazo, América Latina tiene que aprovechar el comercio en las cadenas mundiales de valor para fomentar la propagación de conocimientos y la innovación, un desafío al que la región se enfrenta desde hace mucho tiempo.
En cuanto a las ventajas de los acuerdos comerciales, los datos que encontramos fueron ambiguos, lo cual indica que su impacto depende fundamentalmente de las características de diseño y ejecución de los propios acuerdos y las reformas concomitantes.
Nuevas oportunidades
Pese a los esfuerzos desplegados en América Latina para reducir las barreras comerciales, la región ha permanecido más cerrada al comercio que otras regiones de mercados emergentes, y el comercio de la mayoría de los países se sitúa por debajo de los parámetros. Mantenemos una postura realista frente a la posibilidad de lograr mejoras notables, pero a continuación exponemos algunas políticas que podrían resultar útiles:
- Es crucial realizar esfuerzos para penetrar en los grandes mercados, en particular en las economías avanzadas. En un entorno competitivo, se precisan avances más firmes en las reformas estructurales para aumentar las cuotas de participación en los mercados.
- A la región le podría resultar beneficiosa una mayor integración en las cadenas mundiales de valor. Sin embargo, el impacto directo de esa estrategia en el comercio seguirá siendo reducido si la integración no da lugar a un crecimiento sostenido de la productividad, a través de la propagación de conocimientos y un mayor comercio intrasectorial.
- Los acuerdos comerciales no son una varita mágica para fomentar el comercio. Los acuerdos integrales—como pretende serlo el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP, por sus siglas en inglés)— que reducen tanto las barreras arancelarias como las no arancelarias, que armonizan los marcos regulatorios y en los que participan grandes economías avanzadas y emergentes, deberían generar un efecto positivo a mediano plazo. En cambio, los bloques comerciales con protecciones a escala regional dan la impresión de ser menos prometedores. Los países de América Latina, la mayoría de los cuales no forman parte del TPP, deben tomar medidas para evitar el riesgo de quedar excluidos de los pactos multirregionales en este panorama de rápida evolución del comercio mundial.